Relación
Situación del medio y otros casos concomitantes
En acuerdo a nuestra hipótesis de trabajo, al afirmar la existencia física de Lao Tsé en el país de Chen durante el siglo –VI, nos ubicamos temporalmente dentro de la primera mitad de la Dinastía Zhou del Este, en el período conocido como de las Primaveras y Otoños. El mismo tuvo lugar aproximadamente desde el año –771 al –476, abarcando espacialmente la planicie aluvial del Río Amarillo, la Península de Shandong y los valles de los ríos Huai y Han (ver fig. 4). Más precisamente es la llamada Edad de las Invasiones, período de fuertes enfrentamientos entre señores feudales que tuvo lugar desde el –643 al –546, culminando con la conferencia de paz entre los estados de Jin y Chu, que acordaron unirse para enfrentar a otros estados menores.
Un momento turbulento de la historia de China donde, además de las guerras entre estados, se manifestó un proceso de decadencia en las elites gobernantes, las intrigas y conflictos de poder se generalizaron. Al mismo tiempo, fue un momento de gran significado, dado por el surgimiento simultáneo de grandes filósofos como lo fueron, entre otros, Lao Tsé, Confucio y Sun Tzu, fundadores de sus respectivas escuelas. Otro filósofo destacado fue Mo Tsé, o Mozi, fundador del Mohismo; pero que, por estar ubicado según las referencias históricas entre –479 y –372, no lo consideraremos en el carácter de coetáneo de Lao Tsé.
Según el investigador Preciado Idoeta: Fue en el período Primavera y Otoño cuando, al comenzar a derrumbarse el sistema esclavista, algunos miembros de la pequeña nobleza, antiguos letrados-nobles ahora arruinados, se convirtieron en yin shi (literalmente, “letrados ocultos”). Descontentos con la realidad social de su tiempo, habían decidido vivir retirados en el campo, alejados de la corte. Habían perdido todo interés por la vida política, pues no veían remedio a los males que aquejaban a la sociedad. Sentían un profundo rechazo hacia los gobernantes de aquel entonces, e incluso algunos hacia toda forma de gobierno. (…) De hecho el pensamiento taoísta va a representar la antítesis, en el plano político, de otras dos grandes escuelas, confucianismo y legismo. Estas hacían del arte de gobierno un punto principal en su discurso, en tanto que los taoístas, desde posturas más o menos anarquizantes, resolvían el problema en cuatro pinceladas: el mejor gobernante es el que no gobierna. (…) En torno a algunos de estos yin shi se reunieron a veces grupos más o menos numerosos de discípulos, y así fue como sus teorías fueron adquiriendo una formulación más precisa. Su crítica, por otro lado, no se limitó al ámbito político, sino que se extendió a la religión y a la moral tradicionales, como se verá plasmado en el Tao-Te-Ching de Lao Tsé.[1]
Confucio, el Maestro Kong (Kong Tsé), fue un pensador y filósofo que, según cuenta la leyenda, vivió entre –551 y –479 en el antiguo estado de Lu, actual provincia de Shandong (ver fig. 4), fundador de la escuela Ru de pensamiento chino, más conocida como Confucianismo. Su enseñanza estuvo básicamente centrada en consolidar una ética de comportamiento, tanto en la vida cotidiana del individuo como en su participación en la sociedad y en el gobierno de la misma. El propósito era de tipo conservador, orientado principalmente a recuperar el esplendor de la dinastía Zhou, cuya corte había caído en franca decadencia, a través del restablecimiento de los rituales tradicionales y la jerarquización social. Una jerarquización que se supone basada en las cualidades innatas de cada individuo: hombres superiores que nacen sabiendo y destinados a gobernar y dirigir; y hombres vulgares predestinados a obedecer y trabajar; hombres sabios y virtuosos que se mueven por la benevolencia y por la rectitud, las dos grandes virtudes confucianas, frente a la masa de “hombrecillos”, a quienes sólo mueve el interés material.[2]
El historiador Sima Qian en su monumental obra Memorias históricas (Che-Ki), testimonia acerca del caos moral y la decadencia en tiempos de Confucio, así como de la hostilidad de sus contemporáneos hacia él y sus ideas. Según el gran historiador chino, Confucio y sus discípulos viajaron durante más de una década, de estado en estado, buscando difundir y aplicar sus ideas, enfrentando repetidamente la indiferencia o el rechazo de los señores feudales. En una estrofa de la canción de Chiej yi, el loco de Chu, tomada de los Anales XVIII, 5, Sima Qian capta la atmósfera dramática de ese momento: ¡Oh, Fénix, Fénix! ¡Cómo ha declinado tu virtud!”, exclamaba Confucio[3].
Angustiado por el fracaso en la aceptación de sus ideas, Confucio escribe los Anales de Primavera y Otoño, buscando el reconocimiento de la posteridad. Y efectivamente, luego de su muerte, sus escritos comienzan a ser considerados. Llegado el siglo –II, durante la dinastía Han, sus discípulos ya utilizan ampliamente los Clásicos confucianos con el fin de formar a la elite gobernante. Estos “Cinco Clásicos”, compilados y en parte escritos por Confucio, reúnen: el I Ching (“Libro de los Cambios”), el Shujing (“Clásico de la Historia”), el Shi Jing (“Clásico de la Poesía”), el Liji (“Colección de los Rituales”) y el Chunqiu (Anales de Primavera y Otoño).
Por otra parte, han llegado hasta nosotros a través de diversas fuentes, relatos de encuentros y diálogos entre Confucio y Lao Tsé; los cuales abonan la hipótesis de la existencia contemporánea de ambos, en espacios geográficos cercanos.
Mircea Eliade relata: En la obra Che-Ki («Memorias históricas»), escrita hacia el año 100 a.C, el gran historiador Sseu-ma Ts’ien[4] narra que cuando Confucio acudió a Lao Tan (es decir, Lao Tsé) para informarse acerca de los ritos, éste le dijo, entre otras cosas: «Elimina tu humor arrogante y todos esos deseos, ese aire de suficiencia y ese celo desbordante: nada de eso aprovecha a tu persona. Esto es todo lo que te puedo decir». Confucio se retiró consternado. Confesó a sus discípulos que conocía todos los animales —aves, peces, cuadrúpedos— y que entendía sus comportamientos, «pero el dragón, a ése no lo puedo conocer: se eleva al cielo sobre la nube y sobre el viento. Hoy he visto a Lao Tsé: ¡es como el dragón!»[5]. Este encuentro es ciertamente apócrifo, al igual que todas las restantes tradiciones consignadas por Sseu-ma Ts’ien. Pero expresa, con sencillez y humor, la incompatibilidad entre los dos grandes pensadores religiosos. Pues, como añade el historiador, «Lao Tsé cultivaba el Tao y el Te, según su doctrina hay que aplicarse a vivir oculta y anónimamente». Pero vivir al margen de la vida pública y despreciar los honores era justamente todo lo contrario del ideal del «hombre superior» propuesto por Confucio. La existencia «oculta y anónima» de Lao Tsé explica la ausencia de toda información auténtica acerca de su biografía. Según la tradición, fue durante algún tiempo archivero de la corte de los Tcheu; pero, desanimado por la decadencia de la casa real, renunció a su puesto y se dirigió hacia el oeste. Cuando hubo de atravesar el paso del Hien-ku, redactó, a petición del guardián, «una obra en dos secciones, en la que exponía sus ideas sobre el Tao y el Té y que comprendía más de cinco mil palabras; luego partió y nadie sabe qué fue de él». Después de relatar cuanto sabía, concluye Sseu-ma-Ts’ien: «Nadie en el mundo podría decir si todo esto es cierto o no: Lao Tsé era un sabio oculto». El libro que tiene «más de cinco mil palabras» es el famoso Tao-Te-King, el texto más profundo y enigmático de toda la literatura china.[6]
Por otra parte, en el Lie Sien[7], se cuenta acerca del Viejo Maestro: El apellido de Lao Tsé era Li; su nombre personal era Eul, lo llamaban Po-yang. Era un hombre del país de Chen. Nació durante la dinastía de los Yin y fue archivista bajo la dinastía Zhou[8]. Apreciaba nutrir su respiración, dominaba el arte de obtener la energía vital y de no perderla[9]. Vivió más de ochenta años; el Che ki dice más de doscientos años. En esa época, lo llamaban el Sabio oculto[10]. Cuando Tchong-ni (Kong Tsé o Confucio) fue al país de Zhou, fue a visitar a Lao Tsé y comprendió que era un Santo: entonces lo trató como su maestro. Después, cuando las virtudes de los Zhou declinaban, Lao Tsé subió a un carruaje tirado por un búfalo verde y viajó al país de Ta Ts’in[11]. Cuando cruzó la puerta del Oeste, el guardián del paso, Yin Hi, vino a su encuentro para recibirlo pues sabía que era un sabio (Chen-jen)[12]. Yin Hi le rogó con insistencia escribir un libro: Lao Tsé produjo los dos capítulos del libro, chang y hia, dedicados al Tao y al Te.
A su vez, respecto de Yin Hi, el Lie Sien nos relata[13]: El Guardián del Paso, Yin Hi, era un tai fu[14] de los Zhou. Era conocedor de la ciencia esotérica y siempre se alimentaba de las esencias más puras. El tenía en secreto su virtud y organizaba con cuidado sus actividades (de tal manera que) nadie, en su época se había fijado en él. Cuando Lao Tsé partió hacia Occidente, Yin Hi, que ya había percibido su emanación, supo que un sabio iba a pasar. El observó el color de los signos que lo precedían y lo esperó en su camino; así encontró efectivamente a Lao Tsé. Lao Tsé, por su parte, sabía que Yin Hi era un ser extraordinario; escribió para él un libro y se lo dió. Luego, partieron juntos hacia las arenas movedizas y convirtieron a los Bárbaros. Ellos se alimentaban de granos de sésamo. Nadie sabe lo que les pasó. Yin Hi escribió una obra en 9 capítulos que se llamó Kuan Yin-tse.
Finalmente, Sun Tzu – o Sunzi – fundador de la escuela conocida como Militarismo, fue un general, estratega militar y filósofo, considerado autor del tratado “El arte de la guerra”. Tradicionalmente se le sitúa entre los años –544 y –496. Los Anales de primavera y otoño, el clásico cuya autoría se atribuye a Confucio, afirman que nació en el estado de Qi, mientras que las Memorias históricas de Sima Qian lo ubican como nativo de Wu; en todo caso, ambas fuentes coinciden en que Sun Tzu vivió a finales del período de Primaveras y Otoños y que sirvió al rey Helu de Wu en calidad de general y estratega desde el año –512 en adelante.
Así, las leyendas más conocidas acerca de Lao Tsé, Confucio y Sun Tzu, son suficientemente ilustrativas, tanto de la caótica atmósfera reinante en la dinastía Zhou del Este durante el significativo siglo –VI, como de los caminos diversos desarrollados en respuesta a ella por estos grandes filósofos de su tiempo. Pero al momento de intentar detectar la existencia de maestros que, además de Lao Tsé, hubieran elaborado algún tipo de ascesis para el acceso a lo Profundo, en ese momento y espacio cultural, sólo encontramos indicios de tal cosa en la biografía de Yin Hi, el Guardián del Paso, que incluso algunas fuentes lo señalan como discípulo de Lao Tsé. Pero nuevamente dificulta la investigación el carácter oculto, anónimo, que caracteriza a todo sabio taoísta; al igual que la destrucción de fuentes escritas, sucedida en repetidos momentos de la historia china como producto de enfrentamientos religiosos o políticos. Del Kuan Yin-tse deYin Hi, por ejemplo, no se ha encontrado hasta el día de hoy ninguna copia.
En nuestro caso, dado el objeto de estudio propuesto para este trabajo, nos centraremos en dilucidar una posible experiencia de acceso a lo Profundo, sus procedimientos y traducciones, en el caso particular de Lao Tsé.[15]
[1] Preciado Idoeta, I. TaoTe Ching. Los libros del Tao. pp. 51-53.
[2] Ibid. pág. 49.
[3] Ssuma-Chien, Grand Historian of China, by Burton Watson. Columbia University Press, New York, 1958. Pp. 170-174.
[4] También conocido como Sima Qian (aclaración del autor).
[5] Mémoires historiques (trad. E. Chavannes); véase M. Kaltenmark, Lao tseu, pág. 17.
[6] Eliade M.. Historia de las ideas y las creencias religiosas. Tomo II, pp. 42-43.
[7] Kaltenmark Max, Le Lie-Sien Tchouan. Biografías legendarias de los Inmortales taoístas de la antigüedad. Pekín, 1953. Universidad de París. Publicación del Centro de Estudios Sinológicos de Pekín, pp. 60-65. Traducción desde el francés: Ricardo Arias y Claudie Baudoin.
[8] Según el Chuang tsé, y el Che ki, Lao Tsé fue un archivista de los Zhou. Pero en aquellos tiempos los archivistas eran también astrólogos, sus funciones eran de orden religioso. Chang Tsang fue archivista durante los Tsin y el Che ki explica que tenía a su cargo ciertos objetos a la base de la Columna; objetos que parecen designar libros relacionados con técnicas (astrológicas, medicinales y otras). No hay duda que esos documentos tuvieron un carácter sagrado: la columna en cuya base fueron colocados y al lado de la cual se colocaba el archivista puede haber simbolizado este carácter (la comunicación con las cosas celestes).
[9] Variante: “él apreciaba una vida oscura y (practicaba el arte de) adquirir…”. Aumentar la energía vital y evitar desperdiciarla, este era el principio fundamental de las prácticas sexuales y respiratorias taoístas.
[10] Así lo afirma el gran historiador chino Sima Qian.
[11] Esto es en el oriente romano, el Extremo-Occidente de los antiguos Chinos.
[12] Chen-jen (Hombres verdaderos, Hombres reales o realizados, o más bien: Hombres en posesión de la Realidad) es un título muy general dado al Santo taoísta. Chuang tsé, 6, muestra que se trata de Hombres en posesión de una sabiduría y un poder de orden mágico que les da total autonomía respecto del mundo exterior. Huai-nan tsé, 7, 5ª, definió el Chen-jen como “aquel cuya naturaleza profunda está unida al Tao”.
[13] Kaltenmark M., Le Lie-Sien Tchouan. pp. 65-68.
[14] Funcionario de la corte en la dinastía Zhou.
[15] Sí nos parecen de sumo interés las relaciones que puedan establecerse con los procedimientos de otro Maestro, contemporáneo de Lao Tsé en otro espacio cultural: el Buda Gautama de la India, para lo cual referimos al lector al estudio: La entrada a lo Profundo en Buda, Novotny, Hugo. Centro de Estudios del Parque Carcarañá www.parquecarcarana.org/web/producciones-de-escuela .