Resumen

El objeto del presente estudio es la entrada a lo Profundo en Lao Tsé, sus procedimientos y traducciones. Nos interesa develar las técnicas de trabajo místico que pueda haber desarrollado Lao Tsé, intentando detectar en ellas los pasos de una ascesis que llevó a estados de conciencia inspirada, incluido el posible acceso a los niveles profundos. Realizaremos este estudio desde la concepción psicológica expuesta en el libro Apuntes de Psicología de Silo, utilizando como criterio de validación el cotejo con los registros obtenidos en la propia experiencia con las prácticas propuestas por Silo para el acceso a lo Profundo.

 

Acerca de la mirada del autor, las hipótesis y fuentes adoptadas

Esta investigación bibliográfica no pretende ser más que un acercamiento al tema, una interpretación y una mirada personal del autor en el momento actual respecto del objeto de estudio, dados un determinado conocimiento y una determinada experiencia del mismo en esta temática, constituyentes de dicha mirada. Así como también, dados la cantidad y calidad de los textos disponibles. Considerando, por ejemplo, los descubrimientos realizados en las últimas décadas de antiguas versiones del libro Tao-Te-Ching, atribuido a Lao Tsé, y la especialización creciente de los investigadores-traductores que nos acercan dichos textos, algunos de los cuales han incorporado también sus propias experiencias en el campo místico.

En primer lugar, y frente a las encontradas opiniones existentes al momento actual respecto a la persona de Lao Tsé, partimos de afirmar la hipótesis de su existencia física, en China, en el siglo VI antes de nuestra era, en acuerdo a la mención realizada por Silo en sus Obras Completas, Mitos Raíces Universales, nota 1 a los mitos Chinos: La doctrina del Tao es muy anterior a Lao Tse y Confucio (ambos vivieron en el s. VI a. C.).

También afirmamos su carácter de autor de la obra Tao-Te-Ching, en coincidencia con la amplia mayoría de las fuentes bibliográficas utilizadas para este trabajo. Aunque, al mismo tiempo, reconocemos la existencia de un proceso, en el transcurso del cual dicha obra se ha ido ampliando, modificando, actualizando. Pueden verificarse al menos tres “generaciones” del texto, comúnmente conocidas como: 1) de Goudian, 2) de Mawangdui y 3) versiones tardías; las cuales cuentan a su vez con innumerables variantes y traducciones.

Para nuestro estudio, consideraremos primariamente las tres versiones incluidas por Iñaqui Preciado Idoeta en su obra Los libros del Tao. De las mismas, pondremos prioridad en la versión conocida como Tao-Te-Ching de Goudian, considerada cercana al original por ser la más próxima a lo que, según la hipótesis que hemos adoptado, han sido la fecha y lugar de existencia física de Lao Tsé. Consideraremos además, entre las fuentes más confiables, al denominado Tao-Te-Ching de Mawangdui; por una parte, en la versión de Wang Keping, estudioso y traductor chino especializado en taoísmo, para quien las copias halladas en Mawangdui son las que más fielmente representan la autoría de Lao Tsé; como así también en la traducción comentada de Robert Henricks, profesor de religiones comparadas en USA, reconocido especialista en literatura clásica del Asia.

Definiciones

Tao: El ideograma “Tao” está compuesto de dos partes: “cabeza” y “caminar”, por lo cual puede traducirse como “dirigir la marcha”, “abrir camino”.Así, originalmente y hasta el momento de aparición del Tao-Te-Ching, el Tao era comprendido como “Camino”, “Método” o “Regla de vida”. Ya en el I Ching, el Tao engloba al yin y al yang, rige y pone orden en sus alternancias. Al comienzo del período de Primaveras y Otoños surge la expresión tian dao, el Tao del Cielo, que rige las órbitas celestes y el destino humano. Con Lao Tsé, el Tao toma por primera vez el significado de Verdad última, de lo trascendente, eterno, imperceptible e innombrable. El Tao es el “origen de todas las cosas”; tiene una presencia evanescente y misteriosa que no se puede tocar ni ver, sino sólo intuir, experimentar a través de la práctica meditativa.

Te: el ideograma “Te” está compuesto por “caminar”, “mente” y “rectitud”, pudiendo por lo tanto traducirse como “caminar dirigido por una mente recta” o, más sintéticamente, “virtud”. Para el Tao-Te-Ching, el Te representa el “poder”, la “eficacia” del Tao que se manifiesta al particularizarse en los seres. Tao es totalidad, Te es particularidad, es el puente entre el Tao y los seres.

Yin-yang: los dos principios que constituyen todo lo existente, por ejemplo, femenino-masculino, pasivo-activo, blando-duro. Pero representados como unidad de contrarios; si uno de los aspectos no se da, tampoco se puede dar el otro.

You: ser, ser-con-forma.

Wu: no-ser, ser-sin-forma.

Wu wei: el camino del “actuar sin actuar”, no-acción, calma, ecuanimidad.

Xu: vacío, vacuidad. En el Tao-Te-Ching, el vacío tiene varios niveles de significación. Por una parte, representa el intersticio que permite el movimiento, el hueco en una vasija que le da funcionalidad. También tiene un significado cósmico: el necesario espacio vacío que es tanto la matriz, el útero del mundo, como el lugar desde el cual el Pneuma Original puede brotar y circular. En el nivel humano puede representar, en lo psicológico, la ausencia de deseos, expectativas, prejuicios y parcialidades; en la práctica meditativa, el estado de cesación de las percepciones y representaciones mentales.

Chi: la energía vital que circula en todo ser vivo, aliento, ánimo, pneuma.

 

Proceso. Antecedentes y consecuencias de la experiencia de lo Profundo en Lao Tsé

La civilización china nació y se desarrolló en el valle del río Amarillo. A fines del neolítico los valles de los ríos Amarillo y Wei estaban habitados por un conjunto de tribus que acabaron por federarse, conducido por el mítico Emperador Amarillo (Huang di). Los taoístas, más tarde, lo verán como la primer emanación del Tao, fundador de la doctrina del wu wei, ancestro del Tao filosófico.

Por aquellos tiempos, el universo espiritual de los pobladores del valle del río Amarillo era fundamentalmente chamánico y las prácticas adivinatorias desempeñaban un papel principal. El Emperador Amarillo fue el Gran Chamán, y grandes chamanes fueron los personajes legendarios que le sucedieron al frente de las tribus del río Amarillo.

Es importante subrayar la complejidad cultural y religiosa de la China antigua: ni su lengua, ni su cultura, ni su religión constituían en los principios sistemas unitarios. Es muy valioso el aporte de los elementos étnicos periféricos – thai, tunguses, turco-mongoles, tibetanos, etc. – a la síntesis china; reconocerlo ayuda a entender, entre otras cosas, el impacto del chamanismo septentrional en la religión china y en el «origen» de ciertas prácticas taoístas.

En particular, el valle del río Wei se fue convirtiendo en un gran centro de prosperidad económica y cultural gracias al intercambio con Occidente a través de la Ruta de la Seda, de la cual era el punto de arranque oriental.

En la civilización del río Amarillo, el rey rendía culto a sus antepasados y, en primer lugar, a Shangdi (“emperador de lo alto”), una suerte de divinidad celeste suprema. También se hacían ofrendas y sacrificios a diferentes deidades naturales del suelo, de las mieses, de los montes y los ríos, de los fenómenos naturales en general. Era preponderante el culto de cuatro animales: el dragón, el ave fénix, el unicornio y la tortuga. Con el paso del tiempo, Shangdi fue perdiendo su carácter antropomórfico y personal para convertirse en tian, el Cielo.

Los primeros testimonios escritos, sobre huesos y caparazones de tortuga, se relacionan con la dinastía Shang; gracias a los cuales nos anoticiamos del arraigo ganado en esta cultura por el culto solar. De finales de la dinastía Shang son dos textos de especial interés. Uno es el célebre I Ching (“Libro de los Cambios”). En opinión de Silo, en esta obra clave de la cultura china se recoge aquellos elementos que luego serán un antecedente importante en la elaboración del Confucianismo y el Tao Te. Por su parte, Richard Wilhelm, en su versión del I Ching reconoce que estos textosarrojan una luz totalmente nueva sobre más de un misterio contenido en los vericuetos mentales de Lao Tsé y sus discípulos. La mirada de quien ha reconocido la mutación ya no se detiene sobre las cosas singulares que pasan con el fluir de la corriente, sino que se dirige hacia la eterna ley inmutable que actúa en toda mutación. Esta ley es el Tao de Lao Tsé, el Curso, lo Uno en toda su multiplicidad.

En el I Ching se explica el origen del universo y de los cambios que en él acontecen a partir de ocho trigramas (ba gua). Estos, a su vez, se derivan de dos líneas que representan el yin (línea partida) y el yang (línea continua). La interacción entre el yin y el yang, ley fundamental de la Naturaleza, es el fiel reflejo de las relaciones entre el Cielo, el Hombre y la Tierra, y base de la adivinación. Luego en el Tao-Te-Ching, Lao Tsé nos dirá: Los diez mil seres albergan en su seno el yin y el yang, cuyas energías vitales (qi) chocan para tornarse en armónica unidad.

El otro texto es el Hongfan, recogido en un libro titulado Shangshu. Su interés radica en que por primera vez se mencionan los cinco elementos (wu xing): tierra, agua, fuego, metal y madera, como fundamento del universo y fases de todo proceso.

Tenemos así los componentes del proceso creativo universal. La quietud del Absoluto, del Infinito, del Tao, he aquí el Wu ji (No-ser), que, en el momento que comienza a moverse y se inicia el proceso emanativo, se transforma en Tai ji (Ser). Este proceso emanativo tiene, entonces, un punto de partida – el Tao; y un punto de llegada – los infinitos seres. En medio, se sitúan, sucesivamente, el Gran Uno (o Tai ji), el yin-yang y los cinco elementos.

Las tradiciones mitológicas arcaicas, respecto de los orígenes y la formación del mundo, llegan hasta Lao Tsé y sus discípulos. En opinión de Eliade, el origen del mundo según Lao Tsé no hace otra cosa que repetir, en lenguaje metafísico, el antiguo tema cosmogónico del caos (huen-tuen) en tanto que totalidad semejante a un huevo.

Retomando la secuencia histórica, a finales del siglo –XI se inicia la más larga dinastía de la historia china: los Zhou. Hacia –770 es el comienzo de la dinastía de los Zhou del Este, y del período conocido en la historia china como de las Primaveras y Otoños; la capital del imperio era la actual Luoyang, en el curso medio del río Amarillo. Paradójicamente, es en este período, signado por cruentas guerras y fuerte inestabilidad política y social, que se desarrolló la civilización china clásica y especialmente el pensamiento filosófico, con grandes figuras como Lao Tsé, Confucio, Mo Tsé y Sun Tzu, los cuales dieron origen a sus respectivas escuelas.

Este contexto social de crisis del sistema feudal chino, enfrentamientos entre estados, disputas internas e inestabilidad general caracteriza al momento histórico en que, según nuestra hipótesis de trabajo, vivió Lao Tsé: el siglo VI antes de nuestra era, durante la dinastía Zhou del Este, en el país de Chen. Coordenadas espacio-temporales dentro de las cuales parece haberse producido su acceso a estados profundos de conciencia inspirada.

En el período siguiente, conocido como Epoca de los Estados Combatientes, los continuos conflictos y la fuerte necesidad de nuevos modelos políticos y sociales lleva al surgimiento de numerosas doctrinas filosóficas, conformándose las Cien Escuelas del Pensamiento chino, de entre las cuales tuvieron un rol preponderante las cuatro mencionadas: el Taoísmo, el Confucianismo, el Mohismo y el Militarismo de Sun Tzu. En el caso particular del Taoísmo, surge en el siglo –II la escuela de Huang Lao, denominada así en referencia a Huang di (el Emperador Amarillo) y Lao Tsé, los dos grandes maestros que hasta hoy los taoístas reconocen como sus fundadores.

En adelante, son hitos importantes de destacar, en el siglo II de nuestra era el surgimiento del Taoísmo religioso; un sistema de creencias sincrético que incorpora también elementos del confucianismo, el budismo y cultos locales chinos. Y, más adelante, en el siglo VIII, de la Alquimia Interior, un elaborado sistema de prácticas energéticas y respiratorias orientado a la creación de un nuevo cuerpo espiritual que trascienda a la existencia física del practicante. Ambos reconocen a Lao Tsé y su Tao-Te-Ching como la fuente primaria de inspiración y han llegado hasta hoy en una gran variedad de escuelas y linajes; los cuales traducen la experiencia mística taoísta y despliegan la raíz doctrinaria común en campos tan vastos como la medicina tradicional china y las artes marciales, pasando por disciplinas como el chi-kung, el tai-chi, el feng-shui o la caligrafía.

 

Relación. Situación del medio y otros casos concomitantes

En acuerdo a nuestra hipótesis de trabajo, afirmamos la existencia física de Lao Tsé dentro del período conocido como de las Primaveras y Otoños, en el país de Chen, en el valle del río Huai. Un momento turbulento de la historia de China donde, además de las guerras entre estados, se manifestó un proceso de fuerte decadencia en las elites gobernantes, las intrigas y conflictos de poder se generalizaron. Al mismo tiempo, se trató de un momento de gran significado, dado por el surgimiento simultáneo de grandes filósofos; como lo fueron, entre otros, Lao Tsé, Confucio y Sun Tzu, fundadores de sus respectivas escuelas.

Confucio, el Maestro Kong (Kong Tsé), fue un pensador y filósofo que, según cuenta la leyenda, vivió entre –551 y –479 en el antiguo estado de Lu, fundador de la escuela Ru de pensamiento chino, más conocida como Confucianismo. Su enseñanza estuvo básicamente centrada en consolidar una ética de comportamiento, tanto en la vida cotidiana del individuo como en su participación en la sociedad y en el gobierno de la misma. El propósito era de tipo conservador, orientado principalmente a recuperar el esplendor de la dinastía Zhou, cuya corte había caído en franca decadencia, a través del restablecimiento de los rituales tradicionales y la jerarquización social.

El historiador Sima Qian en su monumental obra Memorias Históricas, testimonia acerca del caos moral y la decadencia en tiempos de Confucio, así como de la hostilidad de sus contemporáneos hacia él y sus ideas. Según el gran historiador chino, Confucio, angustiado por el fracaso en la aceptación de sus ideas, escribe los Anales de Primavera y Otoño, buscando el reconocimiento de la posteridad. Y efectivamente, luego de su muerte, sus escritos comienzan a ser considerados. Ya durante la dinastía Han, sus discípulos utilizan ampliamente los Clásicos confucianos con el fin de formar a la elite gobernante.

Por otra parte, han llegado hasta nosotros relatos de encuentros y diálogos entre Confucio y Lao Tsé, los cuales abonan la hipótesis de la existencia contemporánea de ambos, en espacios geográficos cercanos. En su obra Che-Ki («Memorias históricas») Sima Qian narra que Confucio acudió a Lao Tsé para informarse acerca de los ritos. El relato del encuentro expresa, con sencillez y humor, la incompatibilidad entre los dos grandes pensadores religiosos. Pues, como describe el historiador, «Lao Tsé cultivaba el Tao y el Te, según su doctrina hay que aplicarse a vivir oculta y anónimamente». Pero vivir al margen de la vida pública y despreciar los honores era justamente todo lo contrario del ideal del «hombre superior» propuesto por Confucio. La existencia «oculta y anónima» de Lao Tsé explica la ausencia de toda información auténtica acerca de su biografía. Según la tradición, fue durante algún tiempo archivero de la corte de los Zhou; pero, desanimado por la decadencia de la casa real, renunció a su puesto y se dirigió hacia el oeste. Cuando hubo de atravesar el paso del Hien-ku, redactó, a petición del guardián del paso Yin Hi, una obra en la que exponía sus ideas sobre el Tao y el Té y que comprendía más de cinco mil palabras; luego partió y nadie sabe qué fue de él.

Por otra parte, en el Lie Sien se agrega, acerca del Viejo Maestro, que como archivista de la dinastía Zhou su función implicaba tener a su cargo los libros relacionados con técnicas astrológicas, medicinales y otras; en un sentido amplio, todo lo vinculado a la comunicación con las cosas celestes. Lao Tsé apreciaba nutrir su respiración, dominaba el arte de obtener la energía vital y de no perderla.

A su vez, respecto de Yin Hi, el guardián del paso, el Lie Sien nos cuenta que era conocedor de la ciencia esotérica y siempre se alimentaba de las esencias más puras. El tenía en secreto su virtud y organizaba con cuidado sus actividades, de tal manera que nadie en su época se había fijado en él. Yin Hi escribió una obra en 9 capítulos que se llamó Kuan Yin-tse.

Finalmente, Sun Tzu, fundador de la escuela conocida como Militarismo, fue un estratega militar y filósofo considerado autor del tratado El arte de la guerra. Los Anales de Primavera y Otoño, el clásico cuya autoría se atribuye a Confucio, y las Memorias Históricas de Sima Qian coinciden en que Sun Tzu vivió a finales del período de Primaveras y Otoños y que sirvió al rey Helu de Wu en calidad de general y estratega.

Así, las leyendas más conocidas acerca de Lao Tsé, Confucio y Sun Tzu, son suficientemente ilustrativas, tanto de la caótica atmósfera reinante en la dinastía Zhou del Este durante el significativo siglo –VI, como de los caminos diversos desarrollados en respuesta a ella por estos grandes filósofos de su tiempo. Pero al intentar detectar la existencia de maestros que, además de Lao Tsé, hubieran elaborado algún tipo de ascesis para el acceso a lo Profundo, en ese momento y espacio cultural, sólo encontramos algún indicio de tal cosa en la biografía del guardián del paso Yin Hi, que incluso algunas fuentes lo señalan como discípulo de Lao Tsé. Pero nuevamente dificulta la investigación el carácter oculto, anónimo, que caracteriza a todo sabio taoísta; al igual que la destrucción de fuentes escritas, sucedida en repetidos momentos de la historia china como producto de enfrentamientos religiosos o políticos. Del Kuan Yin-tse de Yin Hi no se ha encontrado hasta el día de hoy ninguna copia.

En nuestro caso, dado el objeto de estudio propuesto para este trabajo, nos centraremos en dilucidar una posible experiencia de acceso a lo Profundo, sus procedimientos y traducciones, en el caso particular de Lao Tsé.

 

Composición

Los posibles procedimientos de entrada a lo Profundo en Lao Tsé

Según una anécdota recogida por Chuang Tsé, Confucio encontró un día a Lao Tsé «del todo inerte y privado del aspecto de un ser vivo». Después de esperar durante algún tiempo, le dirigió la palabra: «¿Me han engañado mis ojos o esto era real? Por un momento, Maestro, vuestro cuerpo se parecía a un trozo de leño seco, parecíais haber abandonado el mundo de los hombres y haberos situado en una soledad inaccesible». «Sí —respondió Lao tzu— he marchado a solazarme al Origen de todas las cosas». La expresión «Viaje al Origen de las cosas» resume esencialmente la experiencia mística taoísta. Este viaje extático constituye un retorno «al principio» de todas las cosas; al liberarse del tiempo y del espacio, el espíritu recupera el eterno presente que trasciende la vida y la muerte.

La posibilidad de acceder a la experiencia del Tao; de construir un camino de ascesis individual para cultivar el Tao, “retornar al origen de todas las cosas” y así alcanzar la inmortalidad espiritual, parece haber sido el gran aporte de Lao Tsé al camino místico de la humanidad.

Pero al momento de intentar precisar los procedimientos utilizados por el Sabio Oculto para la entrada a lo Profundo, nos enfrentamos con al menos dos casos significativos:

1- Las referencias encontradas en el Tao-Te-Ching respecto a técnicas meditativas para el acceso a la experiencia profunda del Tao, así como a traducciones posteriores, con un alto nivel abstractivo, de los registros obtenidos en la experiencia.

2- Las menciones respecto de técnicas energéticas y respiratorias que encontramos en el Tao-Te-Ching y en otras grandes obras como el Nei King o el Lie Sien, ya en referencia al legendario Emperador Amarillo como, de allí en más, a Lao Tsé, Chuang Tsé y otros sabios y maestros del taoísmo místico.

 

Las técnicas meditativas

En este primer caso, nos parece observar la ley fundamental del Taoísmo filosófico, el wu-wei (no-acción), aplicada a la experiencia meditativa como técnica de “vaciamiento”, despeje mental, desapego: dejar ir todo lo que surge como manifestación en la mente del practicante, hasta lograr un estado de vacío que abra paso a la experiencia de lo sagrado.

En el Tao-Te-Ching de Goudian encontramos algunos versos que claramente sugieren tal procedimiento:

Actúa sin actuar
ocúpate en no ocuparte de nada
saborea lo que no tiene sabor.
Alcanzar la vacuidad es el principio supremo,
conservar el vacío es la norma capital;
apenas los infinitos seres empiezan a desarrollarse,
permanézcase en sosiego esperando su retorno.
Los caminos del Cielo (el Tao del Cielo) son circulares,
todos y cada uno de los seres retornan a su raíz.

En otra versión del Tao-Te-Ching (de Mawangdui), se nos dice:

Llevar el vacío hasta el límite;
Permanecer calmo en el centro.
Diez mil objetos surgen, uno al lado del otro;
y así veo su retorno.

En opinión del especialista R. Henricks, el término traducido en el mencionado verso como “veo”, corresponde al ideograma kuan, y kuan en chino tiene el significado de ver dentro de la verdadera naturaleza de algo, tener un “insight” (comprensión profunda, Reconocimiento).

Vaciar la mente de pensamientos y percepciones de modo que pueda ser llenada con una “iluminación” es, no sólo un conocido procedimiento de meditación que ha llegado hasta hoy, sino también una técnica que el maestro Chuang Tsé, discípulo de Lao Tsé al decir de la leyenda, ha evocado en el libro que lleva su nombre, denominándolo “ayuno de la mente“: Haz tu propósito uno! No escuches con tus oídos, escucha con tu mente. No, no escuches con tu mente, escucha con tu espíritu. El escuchar se detiene con los oídos, la mente se detiene con la comprensión, pero el espíritu es vacío y espera todas las cosas. El Tao solamente se reconecta en el vacío. El vacío es el ayuno de la mente.

En otro tramo del libro Chuang Tsé, leemos: Penetra en lo que no tiene límites (el Tao) y lleva tu mente al estado de quietud… Entonces tu mente habrá alcanzado el estado de Luminosa Vacuidad. (…) Hacerse uno con el origen del universo (el Tao) es vacuidad.

El Wen-Tzu, obra que se asume como recopilación de dichos de Lao Tsé, afirma: Quienes saben suficiente para disminuir la importancia del yo y considerar la ligereza del mundo están próximos al Tao. Por ello he dicho: «Alcanzando el extremo del vacío, conservando la calma definitiva, mientras millones de seres actúan en concierto, de ahí observo el retorno».

A su vez, en el Hua Hu Ching, compendio de enseñanzas orales también atribuidas a Lao Tsé, encontramos las siguientes recomendaciones para alcanzar el estado de “vacío”:

El ego es un mono que salta a través de la selva: totalmente fascinado por el reino de los sentidos, cambia de un deseo al otro, de un conflicto al otro, de una idea centrada en sí misma a la siguiente.
Si lo amenazas, realmente teme por su vida.
Deja ir a ese mono.
Deja ir los sentidos.
Deja ir los deseos.
Deja ir los conflictos.
Deja ir las ideas.
Deja ir la ficción de la vida y la muerte.
Permanece simplemente en el centro, observando.
Y luego olvida que estás allí.

Finalmente, leemos en el Tao-Te-Ching de Mawangdui, considerado por algunos especialistas – como Wang Keping – más fiel a la autoría de Lao Tsé:

El ser-sin-forma es el origen del Cielo y la Tierra.
El ser-con-forma es la madre de la miríada de cosas.
Así, es siempre desde el ser-sin-forma que la maravilla del Tao puede ser contemplada.
Parejamente, es siempre desde el ser-con-forma que la manifestación del Tao puede ser percibida.

La afirmación “es siempre desde el ser-sin-forma que la maravilla del Tao puede ser contemplada”, alude, a nuestro entender, al estado de suspensión del “yo” que posibilita la experiencia profunda. Es “siendo-sin-forma”, o sea, sin “yo”, que puede accederse a los espacios y tiempos sagrados.

En opinión de Silo, se puede penetrar en un curioso estado de conciencia alterada por “suspensión del yo”. Esto se presenta como una situación paradojal, porque para silenciar al yo es necesario vigilar su actividad de modo voluntario lo que requiere una importante acción de reversibilidad que robustece, nuevamente, aquello que se quiere anular. Así es que la suspensión se logra únicamente por caminos indirectos, desplazando progresivamente al yo de su ubicación central de objeto de meditación. Este yo, suma de sensación y de memoria comienza de pronto a silenciarse, a desestructurarse. Tal cosa es posible porque la memoria puede dejar de entregar datos, y los sentidos (por lo menos externos) pueden también dejar de entregar datos. La conciencia entonces, está en condiciones de encontrarse sin la presencia de ese yo, en una suerte de vacío. En tal situación, es experimentable una actividad mental muy diferente a la habitual.(…) La conciencia es capaz de internalizarse hacia “lo profundo” del espacio de representación. “Lo profundo” (también llamado “sí mismo” en alguna corriente psicológica contemporánea), no es exactamente un contenido de conciencia. La conciencia puede llegar a “lo profundo” por un especial trabajo de internalización. En esta internalización irrumpe aquello que siempre está escondido, cubierto por el “ruido” de la conciencia. Es en “lo profundo” donde se encuentran las experiencias de los espacios y de los tiempos sagrados. En otras palabras, en “lo profundo” se encuentra la raíz de toda mística y de todo sentimiento religioso.

Así, nos parece observar en la serie de versos mencionados, directa o indirectamente vinculados a Lao Tsé, la actitud del wu wei (no-acción) en su más elevada expresión, como un modo de estar mental de desapego, ecuanimidad, profundización progresiva del punto de observación y “soltar” progresivo que lleva hacia la suspensión del “yo”, habilitando el acceso a “lo profundo”. Lo que es manifestación y lo que no-es manifestación, surgen entonces como partes complementarias de una misma estructura, experimentable, aunque al mismo tiempo indefinible, inasible, innombrable.

En sus Apuntes de Psicología, Silo precisa algunas pautas que nos pueden resultar de gran utilidad al analizar los posibles procedimientos y registros obtenidos por Lao Tsé: La entrada a los estados profundos ocurre desde la suspensión del yo. Ya desde esa suspensión, se producen registros significativos de «conciencia lúcida» y comprensión de las propias limitaciones mentales, lo que constituye un gran avance. En ese tránsito se debe tener en cuenta algunas condiciones ineludibles: 1.- que el practicante tenga claro el Propósito de lo que desea lograr como objetivo final de su trabajo; 2.- que cuente con suficiente energía psicofísica para mantener su atención ensimismada y concentrada en la suspensión del yo; y 3.- que pueda continuar sin solución de continuidad en la profundización del estado de suspensión hasta que desaparezcan las referencias espaciales y temporales. (…) Continuar en la profundización de la suspensión hasta lograr el registro de «vacío», significa que nada debe aparecer como representación, ni como registro de sensaciones internas. No puede, ni debe, haber registro de esa situación mental. Y el regreso a la situación mental de suspensión o a la vigilia habitual, se produce por los impulsos que delatan la posición y las incomodidades del cuerpo.

Nada se puede decir de ese “vacío”. El rescate de los significados inspiradores, de los sentidos profundos que están más allá de los mecanismos y las configuraciones de conciencia, se hace desde mi yo cuando éste retoma su trabajo vigílico normal. (…) No podemos hablar de ese mundo porque no tenemos registro durante la eliminación del yo, solamente contamos con las “reminiscencias” de ese mundo, como nos comentara Platón en sus mitos.

 

En el Tao-Te-Ching encontramos diversas citas referidas al Tao que, a nuestro ver, traducen estas “reminiscencias” que estamos mencionando.

Del Tao-Te-Ching de Goudian:

 

El Tao permanente no tiene nombre
Hay una cosa confusamente formada
anterior al Cielo y la Tierra
¡Silenciosa, ilimitada!
De nada depende y no sufre mudanza,
puede ser tenida por madre del mundo.
Su nombre desconozco,
la denominan Tao.
Retornar al principio, he ahí el movimiento del Tao;
debilidad, he ahí la propia cualidad del Tao.
Las cosas del mundo nacen del ser
(y) nacen del no-ser.
Ser y no-ser se engendran mutuamente.
el gran sonido apenas se oye,
la gran imagen no tiene forma;
el Tao, en su inmensidad, no se puede describir.
Sólo el Tao puede engendrar y llevar a la plenitud.
Lo miras
y no lo puedes ver.
Lo escuchas
y no lo puedes oír.
Lo usas
y no se puede agotar.
El espacio entre el Cielo y la Tierra,
¿no asemeja acaso un fuelle?
Vacío y nunca se agota;
cuanto más se mueve, más sale de él.

En el Tao-Te-Ching de Mawangdui, versión de Wang Keping, leemos:

El Tao que puede ser mencionado no es el Tao permanente.
El Nombre que puede ser nombrado no es el Nombre permanente.
El ser-sin-forma es el origen del Cielo y la Tierra.
El ser-con-forma es la madre de la miríada de cosas.
Así, es siempre desde el ser-sin-forma que la maravilla del Tao puede ser contemplada.
Parejamente, es siempre desde el ser-con-forma que la manifestación del Tao puede ser percibida.
Los dos tienen el mismo origen pero diferentes nombres,
Ambos pueden ser llamados lo profundo.
Lo Profundo más profundo
es el portal hacia todas las maravillas.

 

En su Mensaje, Silo describe con una expresiva alegoría esta experiencia de “iluminación”, ese Reconocimiento de la esencia de las cosas, esa visión de la Realidad última, del “Plan” que vive en todo lo existente; experiencia a la que, coincidentemente, sólo se puede acceder manteniéndose calmo en el “vacío”; en términos taoístas diríamos, en actitud de wu wei (no-acción). En el capítulo “Los estados internos”, Silo sugiere:

Sube por la escalinata del Intento y llegarás a una cúpula inestable. Desde allí, desplázate por un pasillo estrecho y sinuoso que conocerás como la “volubilidad”, hasta llegar a un espacio amplio y vacío (como una plataforma), que lleva por nombre: “espacio-abierto-de-la-energía”.

En ese espacio puedes espantarte por el paisaje desierto e inmenso y por el aterrador silencio de esa noche transfigurada por enormes estrellas inmóviles. Allí, exactamente sobre tu cabeza, verás clavada en el firmamento la insinuante forma de la Luna Negra… una extraña luna eclipsada que se opone exactamente al Sol. Allí debes esperar la alborada, paciente y con fe, pues nada malo puede ocurrir si te mantienes calmo. (…) Si en la explanada logras alcanzar el día surgirá ante tus ojos el radiante Sol que ha de alumbrarte por vez primera la realidad. Entonces verás que en todo lo existente vive un Plan.

 

El ascenso hacia un espacio mental vacío donde mantenerse calmo, paciente y con fe, hasta que la verdadera esencia de las cosas se haga evidente a la mirada que contempla, son significativas coincidencias en las descripciones de ambos Maestros.

Por otra parte, también encontramos gran similitud entre lo formulado por Lao Tsé y las descripciones realizadas por Buda de su Camino Medio de ascesis, en referencia a la impermanencia (anacca) e insubstancialidad (anatta) de los fenómenos y al camino para acceder a la “visión cabal de sabiduría”:

Luego, monjes, al superar el estado que tiene a la conciencia ilimitada como base, atendiendo sólo a la nada, el monje alcanza y permanece en el estado que tiene a la nada como base.
Luego, monjes, al superar al estado que tiene a la nada como base, el monje alcanza y permanece en el estado que se basa en ni percepción ni no percepción.
Luego, monjes, al superar el estado que se basa en ni percepción ni no percepción, el monje alcanza y permanece en la cesación de la percepción y la sensación; y tras haber conseguido la visión cabal de sabiduría, sus corrupciones son totalmente aniquiladas.

Así, el estado de cesación de la percepción y la sensación, previo a la visión cabal de sabiduría budista, parece corresponderse claramente con el estado de “vacío” que permite la reconexión con el Tao innombrable; con la maravilla del Tao contemplada desde el ser-sin-forma. En ambos casos se está hablando, evidentemente, de “suspensión del yo” y acceso a lo Profundo, el “portal hacia todas las maravillas”; lo cual, en ocasiones, habilita a la experiencia del Reconocimiento.

 

Las técnicas energéticas y respiratorias

En segundo lugar, en diferentes textos chinos antiguos, encontramos menciones a técnicas energéticas y prácticas respiratorias que forman parte de lo conocido aún hoy como Alquimia Interior y remontan sus orígenes tanto al Emperador Amarillo, como a Lao Tsé y otros “inmortales” de aquellos tiempos.

Según el Nei King el Emperador Amarillo se preocupó especialmente de la longevidad. Es el personaje central del libro más antiguo que se conoce sobre sexología, el So Nu King. En el So Nu King, el Emperador Amarillo aparece entablando diálogos con sus preceptores, que en este caso son tres mujeres: Su Nu, Cainu y Xuannu, quienes le enseñan los secretos de las “prácticas de alcoba” para una vida larga y plena.

Por otra parte, el Lie Sien dice de Lao Tsé que apreciaba nutrir su respiración, dominaba el arte de obtener la energía vital y de no perderla. Y de Jong Chang Kong, que conocía perfectamente la práctica de “reparar y conducir”, también descrita como “hacer regresar la esencia para reparar el cerebro”; afirmando, además, que sus prácticas eran idénticas a las de Lao Tsé.

En el capítulo 10 del Tao-Te-Ching de Mawangdui encontramos también alusiones a estas técnicas energéticas y respiratorias:

¿Puedes hacer que tu espíritu y tu cuerpo
abracen el Uno, y no lo abandonen?
¿Puedes alcanzar la máxima blandura dominando tu energía vital
y volverte en un recién nacido?

El niño, el bebé recién nacido, representa en el Tao-Te-Ching a la cumbre de la fuerza vital; algo semejante a un andrógino que no conoce la partición entre masculino y femenino y, por causa de ello, está rebosante de vitalidad.

Los textos de Mawangdui que acompañaban a las copias del Tao-Te-Ching halladas, describen numerosos ejercicios respiratorios de “regulación del aliento vital” y posturas de gimnasia taoísta. Por lo cual puede considerarse que dichas prácticas energéticas y respiratorias eran conocidas al momento de ser redactado el Tao-Te-Ching.

La práctica denominada “regulación del aliento vital” fue y continúa siendo uno de los procedimientos taoístas más importantes para el logro de estados superiores; se trata de un conjunto de ejercicios gimnásticos y respiratorios cuyo objetivo es lograr el control mental sobre el flujo de la energía en el cuerpo humano. El Tao-Te-Ching formula claramente esta idea ya en tiempos ancestrales: …una mente que dirige (controla) la energía vital se llama “fortaleza”.

¿Y hacia dónde se desea dirigir esta energía?

Como hemos visto, el Lie Sien, en el capítulo correspondiente a Lao Tsé, afirma que “apreciaba nutrir su respiración, dominaba el arte de obtener la energía vital y de no perderla”; y también en otras fuentes encontramos referencias a que las prácticas energéticas y respiratorias ya eran conocidas en tiempos de Lao Tsé. Sin más podríamos, por una parte, inferir que estas técnicas le posibilitaban el potencial energético sabidamente necesario para mantener la atención ensimismada, concentrada en la suspensión del yo hasta que desaparezcan las referencias espaciales y temporales y se logre el registro de “vacío”, tan caro al Tao-Te-Ching.

Por otra parte, como destacamos anteriormente, en el Lie Sien, en referencia al maestro Jong Chang Kong, se habla de la práctica de “reparar y conducir”, expresión equivalente a “hacer regresar la esencia para reparar el cerebro”; también se afirma que estas prácticas de Chang Kong eran idénticas a las de Lao Tsé.

De allí en más, no parece difícil seguir la huella histórica del taoísmo místico hasta el surgimiento, a comienzos del siglo VIII de nuestra era, de la Alquimia Interior, cuyas prácticas energéticas dirigidas a la formación de un cuerpo espiritual que sobreviva a la muerte física son ampliamente conocidas y continúan vigentes entre los monjes taoístas de la actualidad; los cuales, por su parte, reconocen en Lao Tsé el antecedente experiencial primigenio. En estas técnicas, se trata de concentrar la energía y luego refinarla, transformarla sucesivamente en energía cada vez más sutil, recorriendo la “órbita microcósmica” desde el perineo a través de los canales Concepción (ren mo) y Gobernador (tu mai); y los “campos de cinabrio” internos, ubicados en el vientre, en el corazón y en la cabeza. Con la energía sutil se crea el embrión del nuevo cuerpo espiritual, el cual finalmente sale por la coronilla para retornar a la Vacuidad y unirse al Tao.

A pesar de que las prácticas de la Alquimia Interior están codificadas en vías que, en ocasiones, difieren notablemente una de otra, la noción de “inversión” (ni) es común a todas ellas. En la codificación más común, la práctica se caracteriza por la reintegración de cada uno de los componentes primarios de la existencia (esencia, pneuma y espíritu) en aquél que lo precede, culminando con su “reversión” (huan) al estado de No-ser, o Vacuidad (wu, xu, kong). La formulación típica de este proceso es: 1-refinar la esencia en pneuma, 2-refinar el pneuma en espíritu, 3-refinar el espíritu y retornar a la Vacuidad.

El Tao se manifiesta tanto en el micro- como en el macro-cosmos, en lo Uno y en lo Todo; por esta razón, los textos taoístas presentan un isomorfismo entre el proceso cosmogónico, el desarrollo del feto y el nacimiento y, en la secuencia inversa, los pasos de cultivo del Tao (la ascesis taoísta). Según E. Torchinov: para el taoísta, el retorno al útero de la Madre-Tao no es simplemente una metáfora, sino un modo de expresar la profunda esencia de la estructura isomorfa del universo. Esta es también la razón por la que los taoístas intentan, en sus prácticas místicas, imitar los estados prenatales. La imagen taoísta de volver al útero materno como un niño aún no nacido y su connotación ontológica, esto es, retornar al útero de la vacuidad del Tao y obtener una nueva vida eterna, son del mismo tipo.

 

Conclusiones generales en lo referido a procedimientos

En definitiva, podemos distinguir dentro de los procedimientos detectados en la práctica de Lao Tsé y en base a las pautas sugeridas por Silo en su Psicología IV, los siguientes pasos para la entrada en lo Profundo:

1- Formulación del Propósito, lo que se desea lograr como objetivo final del trabajo: la experiencia del Tao;

2- Acumulación y manejo de la energía psicofísica para mantener la atención ensimismada y concentrada en la suspensión del yo: prácticas para nutrir la respiración, acumular la energía y dirigirla mentalmente;

3- Suspensión del “yo”: logro del estado de vacuidad, a través de la actitud del wu wei (no-acción) aplicada a la técnica meditativa como un modo de estar mental de desapego, ecuanimidad, profundización del punto de observación y “soltar” progresivo que lleva hacia la suspensión del “yo”; o, posiblemente, a través de la gestación energética del embrión inmortal que vuelve al caos, a la vacuidad, al “origen de todo”, a través de la coronilla;

4- Continuar sin solución de continuidad en la profundización del estado de suspensión hasta que desaparezcan las referencias espaciales y temporales: contemplar desde el ser-sin-forma; o, posiblemente, fusión del espíritu inmortal con el Tao.

Pasos y técnicas que nos resultan en gran medida coincidentes con el procedimiento, sorprendentemente simple, propuesto por Silo en su Mensaje con el propósito de experimentar la Fuerza, acceder a lo Profundo y lograr unidad y continuidad:

Relaja plenamente tu cuerpo y aquieta la mente… (quietud, ecuanimidad)
Entonces, imagina una esfera transparente y luminosa que bajando hasta ti, termina por alojarse en tu corazón…
Reconocerás que la esfera comienza a transformarse en una sensación expansiva dentro de tu pecho…
La sensación de la esfera se expande desde tu corazón hacia afuera del cuerpo, mientras amplías tu respiración…
(atención concentrada en la sensación que se expande, profundización progresiva del punto de observación hasta la suspensión del “yo”)
En tus manos y el resto del cuerpo tendrás nuevas sensaciones… (movilización energética)
Percibirás ondulaciones progresivas y brotarán emociones y recuerdos positivos… (ascenso de la energía hacia la cabeza)
Deja que se produzca el pasaje de la Fuerza libremente. Esa Fuerza que da energía a tu cuerpo y mente… (“soltar” interno, habilitando al contacto con lo sagrado)
Deja que la Fuerza se manifieste en ti… (“soltar”…)
Trata de ver su luz adentro de tus ojos y no impidas que ella obre por sí sola… (profundización de la suspensión del “yo”, contemplar desde el ser-sin-forma, vacuidad)
Siente la Fuerza y su luminosidad interna… (profundización de la suspensión, hasta la “iluminación”)
Deja que se manifieste libremente… [

Ya en referencia al logro del contacto con la Fuerza, en su Mensaje, Silo describe los siguientes registros:

Al recibir la Fuerza percibirás la luz o extraños sonidos dependientes de tu particular modo de representación habitual. En todo caso importante será la experimentación de la ampliación de la conciencia uno de cuyos indicadores deberá ser una mayor lucidez y disposición para comprender lo que ocurre (iluminación, estados de Reconocimiento).

A continuación, Silo afirma: Interesa comprender que numerosos estados alterados de conciencia han sido y son logrados, casi siempre, poniendo en marcha mecanismos similares a los descriptos.

Evidentemente, estamos ante un funcionamiento y una capacidad que le son propias a la conciencia humana en búsqueda, lanzada más allá de sí misma a encontrar respuestas para las preguntas fundamentales de la vida y el Sentido.

Para el caso de nuestro estudio, en suma: en ese alcanzar calmo la Vacuidad suprema; retornar al vacío y caótico útero de la Madre-Tao, al “origen de todas las cosas”, para experimentar el Tao innombrable que “engendra y lleva a la plenitud” a todo lo existente, encontramos lo más significativo de todo lo expuesto en cuanto a procedimientos atribuibles a Lao Tsé para el acceso a lo Profundo. Lo cual nos resuena fuertemente con los Comentarios al Mensaje de Silo, al hablar de la “mirada interna” y el “volver sobre sí misma” de la conciencia para completarse con lo Profundo: La mirada interna es una dirección activa de la conciencia. Es una dirección que busca significación y sentido en el aparentemente confuso y caótico mundo interno. Esa dirección es anterior aun a esa mirada, ya que la impulsa. Esa dirección permite la actividad del mirar interno. Y si se llega a captar que la mirada interna es necesaria para develar el sentido que la empuja, se comprenderá que en algún momento el que mira tendrá que verse a sí mismo. Ese “sí mismo” no es la mirada, ni siquiera la conciencia. Ese “sí mismo” es lo que da sentido a la mirada y a las operaciones de la conciencia. Es anterior y trascendente a la conciencia misma. De un modo muy amplio llamaremos “Mente” a ese “sí mismo” y no lo confundiremos con las operaciones de la conciencia, ni con ella misma. Pero cuando alguien pretende apresar a la Mente como si fuera un fenómeno más de la conciencia, aquella se le escapa porque no admite representación ni comprensión.

La mirada interna deberá llegar a chocar con el sentido que pone la Mente en todo fenómeno, aun de la propia conciencia y de la propia vida y el choque con ese sentido iluminará a la conciencia y a la vida.

No resulta difícil intuir en ese “sí mismo”, en esa “Mente”, algunos de los innumerables nombres del Tao.

 

Conclusión final

En base a todo lo expuesto, afirmamos la existencia en Lao Tsé de una ascesis ordenada en pasos que llevó a estados de conciencia inspirada, incluida la entrada a los niveles profundos. Experiencia que puso en marcha una nueva etapa en el desarrollo espiritual y filosófico de la civilización china, contribuyendo además, significativamente, al crecimiento de la humanidad en su conjunto.

Recordamos aquí las palabras de Silo, cuando dice: Luego los redentores trajeron sus mensajes y llegaron a nosotros en doble naturaleza, para restablecer aquella nostálgica unidad perdida. También entonces se dijo gran verdad interior.

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